CONTINENTES NO-HABITADOS: ACCIÓN 

ALEKSANDRA NAWROCKA 


Me siento cansada de violentos discursos vacíos, de quejas continuas que no motivan, de personas que se tienen por luchadoras pero que no levantan ni un dedo para hacer su parte de trabajo. Me da la impresión que por lo general estamos muy contentos por llamarnos "protestantes", los que no se conforman, los revolucionarios. Pero ¿por qué todo sigue igual a pesar de tantas personas que no viven a gusto? Por lo que yo veo en mi entorno y en mí misma, lo que hace falta es dar este paso de palabra a la obra. A veces parecemos perros que ladran, pero no muerden. Pensamos a nuestra manera, vemos cosas que quizás otros no ven, señalamos lo que está mal, pero cuando se ofrece la oportunidad de hacer algo concreto para cambiar la situación, seguimos hablando, no nos involucramos en el trabajo. Seguimos quejándonos de que OTROS no nos dejan hacer, no nos dejan ser, no nos dejan crecer, pero tampoco nos movemos para hacer, ser y crecer en lo poco que sí depende de nosotros. 

Un ejemplo anónimo de una hermana muy buena que conocí en mis años de vida religiosa. Aquella hermana luchaba fuertemente por mantener a flote una comunidad en la que nadie creía. Aunque su postura le traía más enemigos que amigos, ella seguía con su discurso. Llamaba las cosas por su nombre. Señalaba a los superiores sus errores y su poca preocupación por la comunidad. Hablaba abiertamente de las dificultades interiores y exteriores. Todo muy loable y necesario. Al mismo tiempo, no quería trabajar para sostener materialmente las necesidades de la comunidad diciendo que lo suyo es trabajo voluntario para los pobres; tenía alergia a la formación a la que se la invitaba y que era necesaria para poder asumir responsabilidades en dicha comunidad; finalmente, aunque se consideraba casi única que luchaba para que nuestra presencia misionera allí creciera, cuando aparecía alguna joven con inquietudes vocacionales la mandaba a otras congregaciones porque "aquí no se puede vivir". 

Conozco muy bien este mecanismo porque yo misma tantas veces caí en él. Me pregunto a menudo cuando escribo si estoy dispuesta a hacer lo que predico. Porque el papel es muy sufrido. Y aunque hablar honestamente de los problemas no siempre es fácil, cuánto más difícil es poner las manos a la obra. Porque si me critican por lo que digo, respondo con la palabra y quizás incluso tengo pinta de ser una mártir por la causa. Pero si a pesar de que no me dejan hacer, sigo haciendo lo que creo que tengo que hacer, no llegaré a ser héroe, pero sí cambiaré algo. Quizás lo que más cuesta es hacernos realmente responsable por la realidad que vivimos. Es fácil quejarse, señalar a los culpables, pero ¿estoy dispuesta a sudar para levantar lo que está caído? Mientras hablo de alternativas, ¿estoy dispuesta a arriesgarme a vivirlas, a quizás comprobar que lo que propongo tampoco es mejor? No lo sé.  Lo que sé hoy por hoy es que estoy cansada de discursos negativos y que necesito personas que se pongan conmigo a trabajar para cambiar algo, por poco que sea, haciéndonos responsables de nuestro propio destino.

ALEKSANDRA NAWROCKA (POLACA)

RELIGIOSA POLACA EN VIETNAM, PEDAGOGA Y TEÓLOGA 

Comentarios