ALEKSANDRA NAWROCKA
Me encuentro sentada delante del ordenador mirando fijamente el cursor que aparece y desaparece en una sucesión continua de más o menos medio minuto. Cuando pensé en qué podía escribir, sabía que quería decir una palabra sobre la esperanza. Pero cuando ya llegó la hora de escribir, mi mente se quedó en blanco y mi corazón… bueno, mejor por hoy dejarle al pobre en paz.
Quería escribir sobre la esperanza porque noto que cada día sabemos menos cómo seguir esperando. En el último periodo de mi vida escucho demasiadas veces “Espera”, pero nadie me dice a qué o a quién debo esperar, ni cuánto tiempo más. Hay momentos en los que la esperanza se vuelve una actitud casi heroica de levantarse por la mañana y seguir enfrentando otro día que será igual que el día de ayer y probablemente también como el día de mañana. Me repite Simon Sinek (uno de mis mentores sin saberlo) que la pasión es lo que sacamos de nosotros, no lo que viene de fuera para llenarnos. Y le quiero creer, y me esfuerzo por encontrar esta chispa que haga que mis ojos brillen de nuevo y que mi corazón lata con más fuerza, y que mis pies caminen más aprisa con una ilusión renovada y con certeza que mi vida es para algo. Pero… no sé si queda en mí aún algo que despierte esa llama. Entonces a fuerza me vuelvo hacia lo exterior buscando allí motivos para seguir esperando. Escucho a las personas a quienes la vida se les vino abajo y que ya no pueden más. Veo a los jóvenes que no salen del círculo de sus preocupaciones por la enfermedad de sus padres, por falta de oportunidades del futuro, por sentirse inadecuados incluso en el grupo de sus amigos más cercanos. Nuestro mundo va perdiendo la esperanza en que todo aún puede estar bien. Y yo me uno a sus sentimientos. A veces acostada por la noche pienso que sería genial tener a mi lado a alguien que me abrace y me diga sin palabras que todo está como tiene que estar. Pero ni siquiera mi ángel de la guarda me quiere responder.
Sí, me encantaría tener esperanza. Pienso que con esperanza es como con la fe: si la tienes tan pequeña como el grano de mostaza, puedes mover las montañas. Pero si no la tienes, vives metido en el miedo, la desgana, la desilusión. Y quizás hace falta hacer un salto al vacío, dar un paso con los ojos cerrados, confiar contra la confianza, esperar contra la esperanza. Quizás esta sea la única manera de poder tenerla. Quizás hay que volverse niño, que no tiene pasado ni futuro, porque sólo en el presente es donde reside la esperanza. No lo sé. Me agarro a las migajas que encuentro por doquier y sigo levantándome cada mañana por si acaso lo que me dicen que espere por fin llega.
ALEKSANDRA NAWROCKA (POLACA)
RELIGIOSA POLACA EN VIETNAM, PEDAGOGA Y TEÓLOGA
Tener esperanza o confiar debe ser como creer en un futuro . Pero este futuro cual será , terrenal o celestial ? Personalmente y segun las circunstáncias creo , o quiero creer , en los dos . Seguramente si uno está desesperado no crea en ninguno .
ResponderEliminar