MARÍA CRISTINA ACOSTA
“La verdadera prueba de la moralidad de la humanidad, la más honda, radica en su relación con aquellos que están a su merced: los animales.”
Milán Kundera
Reino unido fue el primer país que condenó el maltrato animal.
A finales del siglo XIX e inicios del XX, la Corona británica prohibió las peleas de perros que, en aquella época eran bastante frecuentes en esas latitudes. Así surgió la Ley Martín, la cual basada en la jurisprudencia del siglo XVIII, que protegía los derechos de los caballos y del ganado en general, se complementó con la ley de protección de animales domésticos de 1900. En 1979 se promulgaron las cinco libertades básicas de los animales para garantizar su salud, alimentación y bienestar. Y, en 1996, se lanzó la ley de mamíferos silvestres, la cual prohíbe entre otras cosas, el golpe o mutilación de animales y la caza ilegal de mamíferos salvajes.
En contraste, Argentina cuenta con una paupérrima y vetusta legislación al respecto.
El maltrato animal se encuentra contemplado y regulado en la Ley 14.346, sancionada el 27 de septiembre de 1954 y promulgada el 27 de octubre de 1954. Cuenta tan solo con 4 artículos, en los cuales enumera los actos que son considerados maltrato animal y actos de crueldad hacia ellos. En su artículo 1° sanciona con pena de prisión de 15 días a 1 año al que infligiere malos tratos o hiciere víctimas de crueldad a los animales.
De la lectura de dicha normativa se advierte la existencia de distintas falencias: falta de adecuación legislativa a la realidad, falta de sensibilidad hacia los animales, y el atraso y falta de interés por parte de las autoridades para crear un programa de protección a este grupo vulnerable, como así también la falta de capacitación y especialización de quienes integran el servicio de justicia.
Quizás muchos no comprendan o consideren descabellado pensar en la íntima relación existente entre el maltrato animal y la violencia doméstica. Sin embargo, se trata de un alerta social de la cual debemos ocuparnos, en una sociedad con altas tasas de femicidios y violencia de género. Muchos son los indicios que muestran a la violencia ejercida en animales como indicadores de violencia ejercida también sobre las personas (mujeres, niños y ancianos).
En Argentina, en tres de cada cuatro hogares vive al menos una mascota.
En Latinoamérica, más del 70% de los hogares conviven con un perro o con un gato, por lo tanto, el vínculo que se crea entre el humano y los animales debe ser ya considerado en los protocolos de atención de la violencia de género y los abusos hacia los más débiles.
Los maltratadores se dan cuenta del lazo emocional que existe entre las personas y sus mascotas, por eso lo usan para ejercer poder sobre sus víctimas, lo cual suelen hacer mediante amenazas de violencia hacia la mascota de la familia. Por ello, comprender la relación existente entre el abuso animal y la violencia doméstica puede ayudar a las víctimas de una manera real, inmediata y efectiva. Es aquí en donde distintas disciplinas deben poner su atención a fin de erradicar estos actos crueles.
Vastas y extensas fueron las investigaciones realizadas en países como los Estados Unidos y se ha confirmado que la violencia en mascotas es un indicador fiable y temprano de otras situaciones de violencia interpersonal.
Los expertos señalan que los que abusan de los animales son hasta cinco veces más propensos a cometer violencia contra las personas. Numerosos estudios realizados sobre hombres violentos privados de la libertad en cárceles ratificaron la conexión entre la crueldad con los animales y las conductas delictivas sobre las personas más débiles.
Tan relevante es la gravedad de este flagelo que hasta el FBI reconoce el maltrato en animales, como un delito contra la sociedad, tanto por tratarse de un delito penal en sí, como por su posible asociación con otros crímenes violentos tales como violencia de género, maltrato infantil o agresiones sexuales.
Muchos profesionales, en el desempeño de su profesión, podrían identificar el mencionado vínculo (por ejemplo, oficiales de policía, fiscales, trabajadores sociales) pero como apuntábamos al comienzo, no reciben la capacitación necesaria sobre el tema.
Así las cosas, difícil es pensar en una posible recuperación, sanación o estabilidad de las personas afectadas si sienten temor de que su mascota sea lastimada si busca ayuda, razón por la cual estas situaciones de maltrato se prolongan en el tiempo. Lamentablemente, esta es la realidad de muchas personas que sufren violencia doméstica, y dicha realidad contribuye a la continuidad del ciclo de violencia. Un estudio realizado en 2012 en Canadá demostró que el 59% de los sobrevivientes retrasaron la salida de su relación por la preocupación por sus mascotas.
En muchos casos, los niños fueron testigos de amenazas o de abusos reales contra los animales, lo que puede provocar diversos efectos emocionales y psicológicos. A esta problemática se suma que los niños que presencian el maltrato de animales corren un mayor riesgo de convertirse en maltratadores de adultos. Como se advierte, el círculo no tiene fin.
Por ello, cuanto mejor conozcamos las señales de la VD y el vínculo que ésta tiene con el maltrato animal, más rápidamente podremos actuar para brindar a las personas y a los animales la ayuda que necesitan y, quizás, salvar vidas.
Como rasgo distintivo de la personalidad, se ha comprobado que las personas que experimentan amor por los animales son personas con gran sensibilidad, solidaridad, sentido de justicia, nobles y compasivos. Contrariamente, quienes no manifiestan este sentimiento, incluso llegando a veces a su maltrato, tienen mayor probabilidad de padecer alteraciones psicológicos y emocionales. Por lo general, estamos ante personas egoístas, narcisistas y déspotas, con mayor tendencia a mostrarse violentas también con otros seres humanos.
Para concluir, resulta necesario considerar a los animales como víctimas porque, como seres vivos sensibles, sintientes y sufrientes, se sienten afectados por esta violencia. Ellos pertenecen también al grupo de los vulnerables y por lo tanto, urge la creación de un plan de seguridad, como así también, la implementación de programas y políticas conjuntas, que por un lado sean generadoras de conciencia sobre protección animal, y también se encaminen a tutelar de manera efectiva a mujeres, niños y ancianos ante uno de los flagelos en mayor crecimiento en la sociedad: la violencia.
MARÍA CRISTINA ACOSTA, ARGENTINA
Abogada-UNT
Título de Mediadora- Posgrado en Familia y Sucesiones
Estoy en contra del maltrato. Animal.
ResponderEliminarBasta de maltrato
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