CONFIESO...

 FABIÁN RODRÍGUEZ MEDINA


Debo confesar que en estos últimos años, y sobre todo, en este último tiempo, me persigue un pensamiento y un sentir bastante particular. Como buen filósofo lo expreso ahora mediante una pregunta: ¿De qué me sirve ser teólogo, luego de haber cursado el bachiller y después un magíster en teología, si no me basta solamente con hacer clases y dedicar parte de mi tiempo a la investigación? Después de mi salida de la Comunidad Teológica Evangélica de Chile donde participé como docente, he colaborado en otras instituciones teológicas, pero el servicio de educación teológica no es lo mismo, ¿qué hacer entonces con lo que sé, con lo aprendido?, ¿dónde puedo transmitir mejor lo que por gracia recibí? 

Es que la academia teológica y filosófica no lo es todo para mi, aún cuando he pasado por los distintos niveles de la enseñanza. Hay algo más; mi propósito, confieso, no se reduce meramente a la docencia, pese a que amo ser profesor y disfruto dictando clases. Pero la construcción de un mundo mejor a partir del mensaje cristiano de liberación y salvación integral, con la acogida y/o construcción del Reino de Dios, me insta e interpela a no quedarme solamente con las clases. De ahí que estoy más convencido que nunca en que, por más que renegué e hice el quite mientras estudiaba teología, hoy quiero y siento que debo ser ministro, es decir, pastor protestante-luterano. Un desafío y responsabilidad inigualable y de por vida, pero que estoy dispuesto a asumir los riesgos, porque nuestro mundo, nuestra sociedad chilena, requiere de gente preparada y con una perspectiva de vida y de espiritualidad diferente, para lo que creo poder tener las competencias y el carisma para la labor pastoral.

Todo lo que he conseguido hasta ahora, en cuanto a estudios y niveles en teología, no pueden ser solamente para mí, y por lo mismo, solamente para hacer clases e investigaciones…. 

A mis 34 años, con una hermosa familia constituida por mi esposa Daniela y mi hija Millaray, confieso que ya es tiempo de activar, de hablar, de cambiar poco a poco el bajo perfil de mi personalidad cotidiana, para contribuir así en beneficio de otros y otras que lo necesiten. Con su apoyo y con la gracia de Dios sé que puedo lograr esto, más cuando el “llamado” está; el talento está. Sólo queda potenciarlo y desarrollarlo en comunidad y para la sociedad.

Por eso, actualmente junto a mi compañera, en nuestra condición de agentes pastorales de la Iglesia Evangélica Luterana en Chile, Congregación San Pablo, estamos, como se dice en lenguaje pentecostal “plantando una iglesia”. Desde el inicio de este año hemos conformado la Comunidad Luterana en nuestra comuna de Tomé. Felices de estar aportando y compartiendo el amor de Jesús a nuestra gente.

FABIÁN RODRÍGUEZ MEDINA, Profesor de filosofía y teología

Iglesia Evangélica Luterana en Chile

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