GONZALO CASTRO
Hace algunos años el papa Francisco nos regalaba una reflexión muy linda sobre la esperanza: “Para un cristiano, la esperanza es Jesús mismo, es su fuerza para liberar y rehacer cada nueva vida … Jesús, la esperanza, rehace todo. Es un milagro constante. No sólo hizo milagros de curación, sino tantas cosas: estas son solo signos, señales de lo que está haciendo ahora, en la Iglesia. El milagro de volver a rehacer todo: lo que Él hace en mi vida, en tu vida, en nuestras vidas. Reconstruir. Y Él rehace la razón de nuestra esperanza”. [1]
Iniciando un nuevo año, descubrimos que muchas cosas que acontecen a nuestro alrededor continúan igual, no han cambiado. El año nuevo no implica nuevas cosas, pues en nuestras comunidades aún están presentes la injusticia, la pobreza, la violencia, el sufrimiento.
Sin embargo, a la luz de lo que nos dice el Papa Francisco, podemos renovar nuestra opción por Jesús; adherir nuevamente nuestra vida a quien tiene la fuerza para rehacer nuestra esperanza con toda su fuerza liberadora. Y ella crece cuando se vive, cuando se comparte, cuando se contagia. Jesús reconstruye nuestra esperanza, y nosotros también podemos rehacerla a nuestro alrededor.
En la localidad de Cafayate, hay un espacio donde se reconstruye la esperanza, el “Centro Infantil San Francisco”. Allí niños y voluntarios se arman mutuamente de esperanza. Allí vuelve a acontecer el milagro de Jesús que lo rehace todo. Niños y niñas desarrollan sus capacidades físicas, intelectuales, sociales y espirituales, afianzando también los vínculos afectivos con sus familiares a través de actividades artísticas, recreativas, deportivas, espirituales. Voluntarios rehacen su esperanza de que es posible transformar el corazón y la realidad desde el amor, la confianza, la comprensión, la ternura compartiendo la vida con esos niños, aprendiendo de ellos, dejándose interpelar por sus inquietudes, sus dudas, sus sueños, sus alegrías y sus tristezas.
En ese sector de la comunidad, donde están presentes muchas de esas realidades que dañan la dignidad de la persona, la dignidad de hijos de Dios, se siembra y se cultiva la esperanza en esos corazones para que, como acontece en la parábola, sin que se sepa cómo, sea que se duerma o se esté despierto, día y noche, brota y crece esa semilla (Mc 4,26-27). En la sonrisa de los niños y niñas, se puede descubrir aquello que Jesús nos dice en el Evangelio “dejen que los niños vengan a mí, porque de los que son como ellos es el Reino de los Cielos” (Mt 19,14).
En la sonrisa de los niños el Señor realiza nuevamente el milagro de rehacer la esperanza en cada uno de nosotros. Parafraseando una expresión que se le atribuye a Eduardo Galeano que nos dice: “mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo”, podemos pensar que “mucha gente con esperanza, a lo largo y ancho de nuestro continente, apasionada por regalar esa esperanza, puede reconstruir la esperanza en el mundo”.
El Señor, que es la esperanza de la gloria, que es el centro, que es la totalidad, nos ayude en este camino para dar y vivir desde la esperanza.
GONZALO CASTRO, ARGENTINA
HIJO DE LOS VALLES CALCHAQUÍES
Hermosa iniciativa el Reino de Dios se instaura desde lo sencillo, en lo pequeño, ocurre el milagro Dios actúa siempre en favor de sus predilectos.
ResponderEliminar"Mantengamos firme la esperanza que profesamos, porque fiel es el que hizo la promesa" Hebreos 10:23
ResponderEliminar... 100 x 1 !!!!!
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