CECILIA PÉREZ MORA.1
Resumen:
En este documento, se desarrolla la doctrina femenina del misterio eclesial, comenzando por la experiencia fundante y mística del padre Palau vivida en 1860, en donde Dios-relación revela a su hija muy amada, la Iglesia. Seguidamente se plantea la idea de la influencia de la mujer en la vida del carmelita la cual marcó su visión del misterio. Se amplía la concepción femenina de la Iglesia a manos de las mujeres bíblicas, destacando sus atributos y plasmándolos en la misma hija amada quien hace síntesis en María, figura acabada y perfecta de la Iglesia. De fondo, la belleza del misterio trinitario que es también la belleza de la Iglesia, el vínculo de amor y com-Unión de Dios con los prójimos2. La novedad que deja ver Francisco es la suma de elementos y características que concentra el concepto femenino y la capacidad de ver en la feminidad la figura de la Iglesia. Concluyendo con la descripción del matrimonio espiritual, relación más perfecta entre la Amada y el Amado.
Palabras clave: Iglesia, mujer, com-unión, prójimos, Dios-relación
1. La persona de Francisco Palau
Francisco Palau i Quer (1811-1872). Sacerdote del Carmelo Descalzo en la España del siglo XIX, es el fundador de la congregación Carmelitas Misioneras Teresianas3 y de la Escuela de la Virtud4. Nace el 29 de diciembre de 1811 en Aitona, provincia de Lleida, España. Fue el séptimo de nueve hijos del matrimonio entre José Francisco Palau Miarnau y María Antonia Quer Esteve5. Desarrolló su vida como predicador y misionero, escritor, formador, apóstol de los marginados, sanador, también exorcista, místico, profeta y hoy, beato de la Iglesia. Fue un hombre profundo y desde su infancia un vehemente enamorado en búsqueda, a quien Dios marcó con su propio dedo en las tablas de su corazón esta ley: Amarás con todas tus fuerzas (Cf. Dt 6,5; Mt 22,37)6.
Como escritor logró plasmar sus experiencias, meditaciones y preocupaciones en documentos que en su mayoría fueron publicados. Sin proponérselo abiertamente, sus escritos resultan autobiográficos, los cuales aportan gran cantidad de datos en cuanto a su persona y sobre la sociedad en que está inserto7.
A continuación algunos de sus escritos publicados y otros de uso personal: Lucha del Alma con Dios (1842); La Vida Solitaria (1849); El Solitario de Cantayrac (1851); La Escuela de la Virtud Vindicada (1859); Mes de María (1862); El Ermitaño (1868 a 1873)8; La Iglesia de Dios figurada por el espíritu Santo (1865); Mis Relaciones con la Iglesia (1864-1867); 169 Cartas a distintos destinatarios (entre los años 1845 al 1872); Legislación (1851 al 1872); El Exorcistado (1869); Páginas Periodísticas (entre 1851 al 1864).
Alejo O.C.D (1884-1953), el primer biógrafo del padre Palau, declara en su libro: “como el joven Francisco era sinceramente piadoso y profundamente cristiano, pedía a Dios se dignase encaminarle a su servicio y guiarle sus pasos”9. Así vivió su juventud, dedicado y decidido a descubrir su pasión; tras varios encuentros fallidos como el ingreso al seminario diocesano de Lérida y una breve atracción por una joven10, luchas en su alma11 y experiencias de vida solitaria12 (como el auto-destierro en Francia el 1840 y exilio en Ibiza en 1854), una tarde se esclarece todo. Con su sed inagotable de pasión finalmente los gritos de su corazón fueron escuchados recibiendo una respuesta. Al celebrar la eucaristía en el año 186013 se encontró cara a cara con su “verdadero amor”, el cual no era solo Dios, sino la figura de una mujer.
Así transcurrió su vida, entre vivencias y escritos, acción y contemplación, hasta el momento de su muerte en Tarragona el 20 de Marzo de 1872; lo que le ha llevado a ser nombrado beato de la Iglesia, iniciando su proceso de beatificación el año 1947 culminado el 24 de Abril de 1988.
2. La realidad y experiencia del misterio eclesial se hace presente
“1. Una tarde estaba yo en una iglesia Catedral esperando llegase la hora de la función. […] Y fue mi espíritu transportado ante el trono de Dios [cf. Ap 4,2]: estaba en él un respetable anciano, millares de ángeles le administraban. Uno de ellos vino a mí y traía en sus manos una ropa blanca como la nieve, y me vistió con ella. Me dio una banda de oro purísimo, especie de estola. Así vestido, el que estaba en el trono sentado me llamó, y me presenté de pie sobre un altar que allí había. 2. El anciano me hizo seña y me dijo diese en su nombre la bendición. Me volví contra el altar y vi a sus gradas una bellísima Joven, vestida de gloria; sus ropas blancas como la luz; no pude verla sino envuelta de luz y no me fue posible distinguir de ella otra cosa más que el bulto, porque no se podía mirar. Cubría su cabeza un velo finísimo. Oí una voz que salía del trono de Dios y me decía: Tú eres sacerdote del Altísimo; bendice, y aquel a quien tú bendecirás será bendito; y lo que tú maldecirás, será maldito. Esa es mi Hija muy amada. En ella tengo mis complacencias: dala mi bendición [Mt 16,19 y 18; 3,17; 17,5; Mc 1,11; Lc 3,22; 2 P 1,17]. […] la Joven […] se arrodilló ante el altar; recibió mi bendición y desapareció toda aquella visión. […]. 3. Llegada la hora de la función, mientras subía al púlpito, oí la voz del Padre que me dijo: bendice a mi amada Hija y a tu Hija. […] Yo no comprendía sino muy en confuso cómo podía ser yo Padre en la Iglesia y de la Iglesia. Lo creía posible, porque es cosa muy en uso llamarnos Padre. Quedé con deseos de conocer a esa Joven que se me presentaba envuelta en misterios, y escondida bajo un velo; pero aunque velada, yo tenía infusa sobre ella una tan alta noticia, veía en su actitud tanta grandeza, que mi dicha fuera que me admitiera por el más humilde de sus criados y servidores: y lo que fue para mí más lastimero, fue que como el amor rasgaba mi corazón, quedé con su vista tan afectado a ella, que la vida se me hacía insoportable. 4. Desde aquel día principié a invocarla y a llamarla: ¡Hija de mi amado Padre! ¡Ah, dónde estás! Estaba yo bien lejos de llamarla «Hija mía», si bien la conocía, porque había más de veinte años que ocupaba de lleno mis pensamientos, pero entre yo y ella no mediaban relaciones que yo entendiese, ni creía posible, hubiera tal comercio y comunicación espiritual...” 14.
El relato describe la primera experiencia mística que vive el padre Palau en la catedral de Ciudadela en Ibiza, ocurrida en el mes de noviembre de 1860, la cual él mismo narró en el texto de “Mis Relaciones con la Iglesia” (MR). El gran acontecimiento que experimentó el autor produjo una trasformación interior potente, donde Dios en imagen de anciano le mostró la Iglesia, su hija, quien a su vez se presentó bajo un velo de misterio pero en figura de una joven mujer; con esto, el apasionado Francisco vislumbró al fin el objeto de su gran amor, que era cosa viva, iniciando desde aquel momento una relación edificante y fecunda con la cosa amada.
Haciendo reflexión de aquella experiencia palautiana, algunos autores como Armand Duval p.b. ven pues, que el Criador (Dios) muestra la Iglesia en figura de mujer manifestando en ella la realidad del hombre (los prójimos) en relación con Él (Dios)15. La clave para comprender este misterio eclesial revelado a Francisco Palau es la unidad de Dios y los prójimos formando un sólo cuerpo, idea que ya se ha hecho presente en algunos padres de la Iglesia como san Agustín: “Dicit ergo hic Christus et Ecclesia, id est, totus Christus, caput et corpus”16, y en nuestros tiempos ratificada por el papa emérito Benedicto XVI al hablar de “la acción misteriosa de Dios que comporta la unidad profunda entre nosotros y el Señor Jesús […] Cristo […] está enteramente en la cabeza y en el cuerpo”17 . Palau explica con éstas palabras, “Dios y los prójimos es nuestra cosa amada; Dios con los prójimos, y los prójimos en Dios forman un cuerpo moral perfecto, y este cuerpo es la Iglesia”18. Inicialmente, el beato veía en la Iglesia al cuerpo místico crucificado pero aun con la visión de dos cosas separadas, Dios por un lado y los prójimos en otro, sin embargo algo no le satisfacía y sigue buscando ese amor apasionado alimentado por la fe y la esperanza, las cuales son la única vía de acceso al misterio de la Iglesia19. Después de veinte años de búsqueda al fin lo encuentra. Cuenta en Mis Relaciones que antes a la Iglesia - la miraba pero no la conocía y ahora ve su belleza tan igual a la de Dios- 20; “yo pensaba que eran objetos separados: no pensaba que Dios y los prójimos fueran cabeza y cuerpo, no creía que la Iglesia fuese mi Amada, no pensaba fueses cosa viva, distinta, ni una entidad o realidad de por si existente”21. Esta experiencia cambia su visión, su vida y encamina su misión, dando paso más adelante al culmen de ésta relación en el matrimonio espiritual entre él y la Iglesia, en el imponente Montserrat (Barcelona).
Desde 1860, el padre Palau deja en el pasado la concepción de un Dios separado del ser humano, puesto que desde ese momento la realidad concebida es el Dios Relación visualizado y existente entre el que crea y su criatura; la Iglesia son los hombres y, en los hombres está Dios, Cristo-cabeza del cuerpo místico del cual los mismos hombres son sus miembros. Esta unidad es manifestada y experienciada por el autor en la dimensión sacramental de la Eucaristía; al comulgar a Cristo sacramentado se comparte su cuerpo, y los prójimos son parte de su cuerpo, como sus miembros22. Entonces, se constituye y se hace evidente la com-unión eclesial.
Los nuevos matices que entregó la experiencia de la cosa amada a la visión palautiana, permitieron obtener algo original para la espiritualidad carmelitano-teresiana; pues, ya no se define al objeto deseado como Dios solo, sino que es la Iglesia como persona mística en forma de mujer bajo el velo la que presenta la unidad conformada realmente entre Dios y los prójimos23, percibiendo así, a la Iglesia como persona viva con características femeninas24, como hija y unidad entre Dios y los hombres. Es ella quien habla al contemplativo y le explica de esta manera, “como hija tuya y del Padre celestial, soy la congregación de los fieles cristianos unidos a Cristo, mi Cabeza invisible, y al Papa cabeza visible”25.
Así pues, la visión palautiana del misterio parte desde su experiencia original, personal y madura, y consta de una Iglesia-femenina. Desde ese momento, el padre Palau realiza una contemplación amorosa de la iglesia viviendo una relación, al igual que en su niñez, como un ejercicio conformado por un dinamismo de ausencia-presencia, la misma del Cantar de los Cantares, donde la Amada y el Amado, cantan su amor y sufren las ausencias del uno y del otro26.
En su búsqueda de la cosa amada y la explicación de ésta, Francisco ve representada a la Iglesia en el AT y NT por las mujeres insignes de la historia de salvación, culminando principalmente en la figura de María, la Madre de Dios. Hay que enfatizar en la idea de que la Iglesia se representa con la mujer por su carácter femenino, definiéndola en su condición de virgen y, como madre y esposa de los hijos de Dios27. “Siendo la Iglesia tal cual […], necesitábamos una mujer que nos la representara, y que en nuestro enlace con ella fuera al mismo tiempo la medianera. Tal es María, Madre de Dios; y por esto la formó el Señor tan perfecta cual posible fue serlo una pura criatura”28. El padre Carmelita define la Iglesia, en un credo para no dejar duda alguna de la experiencia vivida y la verdad a él revelada:
“¿Qué es lo que crees de mí, y qué no crees? 1º Creo existes, y que tú eres el objeto único de amor designado por la ley de gracia amarás...» etc. 2º Que tú eres Dios y los prójimos. 3º Que todos los prójimos, esto es, los predestinados a la gloria, forman un cuerpo moral perfecto bajo Cristo Dios- hombre su cabeza. 4º Que donde está Cristo está la Iglesia, y que no son cosas separadas sino individualmente, pero unidas moral y espiritualmente, formando una sola nación, un solo principado, un solo reino, una sola familia, un solo cuerpo unido entre sí con su cabeza con lazos más fuertes que los del cuerpo material, por ser Dios, El mismo el espíritu que hace en él lo que el alma en el individuo. 5º Que este cuerpo se llama Iglesia, formando una sola la que está en el cielo, en la tierra y en el purgatorio, por ser una sola su Cabeza y uno solo el Espíritu que la vivifica, que es Dios. 6º Que la Iglesia es una belleza inmensa, porque reúne en sí todas las perfecciones y atributos que forman la imagen del mismo Dios; y que por lo mismo, es el único objeto de amor que puede satisfacer todos los apetitos del corazón humano y la vista intelectual y material del hombre. 7º Que este cuerpo moral perfecto que eres tú, eres una realidad, una entidad distinta, con vida y movimiento propio; que tienes espíritu y vives, entiendes y amas, que hablas, oyes y ves. 8º Que siendo amada como objeto único digno de amor para el hombre y el ángel, puedes corresponder con amor amando a tus amantes. 9º Que en ti el amor es el Espíritu Santo, que, derramándose por todos los miembros de tu cuerpo, corresponde con amor al que ama. No tienes alma como nosotros, pero tienes espíritu y éste es el Espíritu Santo, persona tercera de la Trinidad que te da vida, movimiento, virtud, gracia y gloria; eres una inteligencia, y ésta está en tu cabeza que es Cristo, Hijo de Dios vivo, y hombre Hijo de María Virgen; y con el Hijo y el Espíritu Santo está el Padre, como principio de donde proceden los dos; en ti, contigo y por ti obra Dios Trino y Uno, y fuera de ti no hay salvación, vida ni felicidad, sino agitación y tormento eterno. Esto es lo que yo creo de ti”29
Apasionado por la Iglesia resume en este credo todo aquello que reconoce en la cosa amada, identificando la verdadera relación de comunidad del ser humano con el misterio trinitario. Para ahondar en el tema de la visión femenina del misterio eclesial y siendo una de las razones a destacar en lo investigado, sobresale la idea de que Palau siempre tuvo la mano de una mujer para concretar sus pasos, y en ellas puso su admiración, con esto ve en lo femenino la digna figura de la Iglesia.
3. Influencia de la mujer en la vida de Francisco
El camino de vida de Francisco Palau se desarrolló entre curvas y grandes obstáculos, enfrentando sin lugar a dudas un recorrido difícil; así mismo, hubo señales y manos amigas, que le permitieron seguir adelante ayudándole a formar con ello su carácter, aquellas, principalmente figuras femeninas.
La mujer ha sido fundamental en su vida en cuanto a la búsqueda del “verdadero amor” y la comprensión de éste. Desde Rosa Palau, Teresa de Ávila, incluso la Reina Isabel II, hasta llegar a la figura de María madre de Dios, todas ellas jugando un rol influyente en su vida.
Rosa Palau: la cuarta de los nueve hermanos del beato, y siete años mayor que él. Contrae matrimonio con Ramón Benet Flix, con el cual tiene dos hijos, Ramón y Carmen30.
La familia Palau i Quer vivía en el pueblo de Aitona (Lleida). A pesar de que desde niño Francisco se inclinaba por las letras y el estudio, sus padres preferían que fuese un hombre dedicado al campo. Sin embargo Rosa, movida por el amor de hermana, influye y permite que el joven se encamine a lo que más adelante será el Padre Francisco Palau i Quer. A causa de su matrimonio, Rosa va a vivir a Butseenit-Lleida y se lleva consigo a su hermano con la excusa de que le ayudaría en las labores del campo, sin embargo la real intención es que el pequeño se dedique a los estudios e ingrese al seminario de Lleida para su formación cristiana, lo que se hace efectivo en Septiembre del año 1825. A los 14 años ingresa al seminario como externo, y a los 17 como interno beneficiado por una beca31.
Teresa de Ávila: En la búsqueda del amor, Palau decide dejar el seminario de Lleida al terminar su primer curso de teología, ingresando al Carmelo Teresiano con vocación de hermano (convento san José)32. Al enfrentar el seminario realiza una relectura de su vocación y siente el llamado de Teresa a fundar el Carmelo misionero33, considerándola así como su madre seráfica. A. Duval plantea que “se ha llegado a decir que Francisco Palau realizó de hecho las aspiraciones de Teresa de Jesús concernientes al Carmelo apostólico y misionero”34 sin dejar de mostrar un carisma nuevo y auténtico.
La influencia, desde la mística de Teresa la grande, se deja entrever en algunos de los escritos palautianos, basados siempre en la obra de “Las moradas”35.
Al momento de la muerte de Francisco en la ciudad de Tarragona, algunos afirman que hablaba con Santa Teresa, y en su último momento exclamó: “Teresa, ahora es la hora”36.
La mujer anciana y viuda: Ya en 1832, Francisco Palau es parte del Carmelo Descalzo, orden por la cual abandonó el seminario de Lleida en donde simplemente no encontró lo que anhelaba. Hacia el año, 1835 Barcelona sufre la quema de conventos por parte de aquellos que seguían los ideales del pensamiento liberal; los frailes del Carmelo deben escapar, entre ellos fray Francisco Palau de 23 años, quien en la huida se hace cargo de un hermano ciego. Una vecina del convento, descrita por el propio Palau en uno de sus textos, es quien les brinda ayuda. Ésta mujer de avanzada edad y viuda, les acoge y ofrece esconderlos, entran en un armario y a pesar de que los revolucionarios le buscan, no los encuentran. Francisco describe este suceso y a la mujer como la Amada (identificándola más adelante como figura de la Iglesia que es su amada) quien lo salva tendiendo su mano37.
Isabel II: En su destierro en Ibiza, el Padre Palau dirige dos cartas a la reina Isabel II (n° 36 y 45) para solicitar que le levantase el exilio reclamando su inocencia38. Años antes, el 16 de marzo de 1851 se firma un concordato entre Pio IX y la reina Isabel, donde la Iglesia renunciaba a gran parte de sus bienes, sin embargo pudo restaurar sus estructuras, esto gracias a la benevolencia de los liberales moderados y la protección de una mujer, Isabel II, quien había tomado como confesor a san Antonio María Claret39.
Juana Gratias: su más cercana y amada dirigida, a quien dedicó gran parte de sus cartas desde el año 1848 en Francia40. Si bien Juana fue fiel al padre Francisco conforme a su dirección, hubo entre ellos ciertas discrepancias en cuanto a la acción por los prójimos, ya que Juana prefería la contemplación. Aun así, fue nombrada superiora de la casa de dirigidas del padre en Ciudadela. Sin embargo y a pesar del profundo cariño que tenía por Juana, ella se resiste a la acción (figura bíblica de Marta) que pretende el padre para con sus dirigidas, ya que ella prefiere la contemplación (figura basada en María, Lc 10,38-42). “Francisco termina de convencerse de que Juana no es la colaboradora más indicada para la apertura apostólica de su obra y, no sin padecimiento, terminará marginándola en su vida de retiro cerrado”41. Con esto, descarta a Juana del gobierno de la casa de Ciudadela, por el bien de la misión. Juana abandona la dirección del P. Palau para confiarla al obispo de Menorca, Mateo Jaume y Garau42.
María: Tipo acabado y perfecto de la Iglesia43. Francisco siempre tuvo acciones de devoción hacia la figura de María, así lo demuestra con su dedicación al mes de María como uno de sus escritos, Flores del Mes de Mayo44. La considera como modelo de virtudes y del alma, madre de la Iglesia y mujer plenificada por el amor.
Es ella quien se le presenta como parte, miembro, tipo único, perfecto y acabado del misterio eclesial, madre, medianera y figura perfecta. Es el arquetipo de la Iglesia, modelo cumplido de perfección y santidad de la Iglesia. Resplandor de la hermosura de la Iglesia, verdadero retrato de la Amada, pero no es el objeto de su amor, es espejo donde descubrirlo y contemplarlo45. Es por medio de la figura de María que Francisco Palau comprende el misterio eclesial.
Las mujeres que se relacionaron con el padre Francisco fueron vistas como manos amigas que le guiaron e influyeron en su apreciación sobre su amada Iglesia; por ellas y sus grandes virtudes, concibe al cuerpo místico como misterio femenino puesto que en la mujer encuentra la perfección.
4. Visión femenina de la Iglesia en la eclesialidad palautiana46
El encuentro con el misterio eclesial (de comunión) es bajo la figura de la Iglesia-Mujer, ilustrando la visión palautiana de Dios en el rostro del género femenino, idea que nace desde Francisco Palau debido al ser hombre y el complemento mujer. La lectura de la Sagrada Escritura en Francisco destaca y determina que la mujer, no es un accesorio de la historia como mero objeto que se utiliza para conseguir los designios de Dios, sino que hay algo enorme más allá. En sus escritos claramente se deja ver el planteamiento de una teología (simbólica) de la mujer47.
Desde ésta idea se entiende a la Iglesia como íntima comunión entre Cristo y los hombres, y la eucaristía al vivirla, comulga a toda la Iglesia que es Dios y los prójimos. Palau ve en Cristo al Amado y Amante, Esposo de la Iglesia-Esposa48.
La Sagrada Escritura, como fuente de la Revelación contiene todo aquello que Dios ha establecido como guía para la salvación del hombre49, y cada nombre que en ella aparece hace su aporte en el camino a la Jerusalén Celeste50. Es el caso de las mujeres bíblicas, en las cuales el místico carmelita ha destacado y rescatado la figuración de la Iglesia: Eva, Judit, Débora, Rebeca, Raquel, la Amada (Cantar de los Cantares), etc. Éstas iluminan la concepción de la Iglesia, pero de una manera parcial.
En las Mujeres bíblicas Francisco expone la relación entre Dios y su pueblo pero con una mirada interpretativa de la España del siglo XIX. En ellas puede ver la acción de Dios, en cuanto revela su poder generador de vida y libertad, desarrollando la teología de la Gracia, puesto que Dios va realizando su plan de salvación y cumpliendo sus promesas51.
Como figuras del plan de Dios, éstas mujeres son siempre bellas, jóvenes y valientes, todas definidas como virgen52, madre y esposa53. En sus experiencias místicas se relaciona con ellas, dialoga, pero a quien ve realmente es a la Iglesia, y aquello lo explica de la siguiente manera: “La Iglesia es una entidad y un ser real, como lo es la Virgen María, Eva, Sara, Rebeca y una mujer. No creerlo fuera una herejía”54.
A continuación, algunas de las mujeres bíblicas que Palau describe como imagen de la Iglesia.
Eva55: primera mujer llamada, al igual que el hombre, a colaborar con el plan de salvación. Con ella se inicia el discernimiento del camino de la humanización. Eva, quería ser como Dios ignorando que ese don ya se le había concedido (imagen y semejanza) por ellos, es la Iglesia en permanente lucha, llamada a engendrar vida.
Rebeca56: esposa y madre amorosa, de voluntad firme y sumamente amable. Francisco ve en ella a la Iglesia amada, en los momentos en que su corazón quiere explotar de amor se encuentra con la figura de Rebeca.
Raquel57: madre de Israel (identificada como la primera Iglesia). Su maternidad trasciende lo biológico, y el pueblo acudirá a ella en horas difíciles de la historia. Iglesia-Pastora, que guía y cuida al pueblo. Acude a Palau en busca de ayuda.
Débora58: profetisa, tiene la capacidad de juzgar el futuro y discernir la voluntad de Dios. Pone al servicio del plan de Dios la sabiduría por Él concedida, y se le reconoce su autoridad. Junto a Judit representan a un nuevo Israel perseguido, asediado y aislado, pero con la fuerza de la Iglesia que tiene su origen en la misma Trinidad. Iglesia-guerrera, profetiza y arriesgada.
Judit59: prototipo de impotencia y desamparo. Representa la fe del pueblo de Dios. A través de ella Dios despliega toda su fuerza en favor de los desvalidos.
Sara: En el libro de Tobías, Sara representa la situación de marginación en la que vivía la mujer en el judaísmo. Se caracteriza por el silencio, y por romperlo sólo para decir amén y dar una oración a Dios. (cf. Tb 3,7- 17).
La Amada60: se caracteriza por su feminidad, belleza y encanto. Vence el miedo para ir tras del Amado. Da un canto al amor, a la belleza y libertad. Iglesia Bella y esponsal, sorprende a Francisco con su presencia y encanto.
María61: en quien se concentra de manera especial la historia de salvación, dándole sentido. Respuesta que abre camino a la nueva y eterna alianza. La imagen de María recuerda a la Hija de Sión (Sof. 3,14-15; Zac 2,14; 9,9), símbolo del pueblo de Israel. También se muestra como modelo del discipulado (nueva maternidad y fraternidad) en Lucas y Juan; Juan también la presenta como figura de la Iglesia. María contiene todas las características de las mujeres veterotestamentarias, pero en perfección ya que es tipo acabado y perfecto de la Iglesia62.
La Esposa del Cordero: tiene un significado mariológico y eclesiológico. Es el culmen de las imágenes femeninas que representan a la Iglesia. La figura de Esposa, es tomada principalmente del libro del Cantar de los Cantares y del Apocalipsis como “Esposa del Cordero” (19,7; 21,9). En tanto, la visión Palautiana argumenta que en éstas mujeres se representa y contempla la nueva humanidad, la nueva creación, la belleza de la iglesia: distintos tipos de amores63.
La Iglesia se le ha manifestado a Francisco Palau desde estas mujeres que la representan, “Yo soy María, la madre de Dios, soy Rebeca, soy Ester, soy Judit, soy Débora, soy la Iglesia, Esposa del Hijo de Dios y tuya. […] Soy la Mujer del Cordero sin mancilla. Yo no soy una mujer, pero soy en ella figurada; son éstos los nombres de las figuras y de las sombras tras las que yo puedo dejarme ver y me doy a conocer al hombre mortal”64.
5. La novedad que presenta Francisco Palau en su mirada de Iglesia
A lo largo de la investigación se ha destacado la mirada profunda del misterio eclesial en Francisco, que se sintetiza en la figura femenina presentada como arquetipo perfecto de la Iglesia, la clave, es la belleza de la mujer; belleza no enfocada netamente en el aspecto físico, sino que en la totalidad de la femineidad o en su ideal.
Aunque la mirada femenina del misterio no es nueva en sí, puesto que en la misma Sagrada Escritura se comunica que ya existía una visión femenina pero en cuanto a Dios más no al concepto de Iglesia que propone Palau, se puede concluir que desde el conocimiento que tenía el místico de los escritos bíblicos, su idea femenina del Dios-relación, pudo tener una raíz veterotestamentaria. Evidenciado en algunos escritos del antiguo testamento que presentan al Dios de Israel con características femeninas, relacionadas principalmente con el nacimiento y cuidado del pueblo. Estas citas de alguna manera dan un soporte a la experiencia vivida por Francisco Palau en 1860, en la cual la visión del Dios-relación es en cuanto a rasgos femeninos. Dios actúa amorosamente en la historia del hombre, cual madre engendra y cuida a sus hijos. Gn 1,27 creador, dador de vida; Is 42, 14b Dador de vida como parturienta; Is 46,3 Acoge la vida en el vientre materno; Is 66,13 Madre que consuela.
En nuestro tiempo, para tener una noción de la idea actual de la mujer, se puede recurrir a la Real Academia de la Lengua Española, la que describe a la Mujer en dos de sus cinco acepciones, de ésta manera: 3. f. mujer que tiene las cualidades consideradas femeninas por excelencia; 4. f. mujer que posee determinadas cualidades. Mujer de honor, de tesón, de valor65. A su vez, describe la voz de femenino en seis de sus ocho acepciones, de ésta forma: 1. adj. Propio de mujeres; 2. adj. Perteneciente o relativo a ellas; 3. adj. Que posee los rasgos propios de la feminidad; 4. adj. Dicho de un ser: Dotado de órganos para ser fecundado; 5. adj. Perteneciente o relativo a este ser; 6. adj. Débil, endeble66.
Guiándonos por los significados de la RAE, se puede ver que el concepto de mujer no está claramente definido desde las características de lo femenino, o bien, se inclina hacia el plano de la debilidad, lo que no permite alcanzar una visión acabada del género. Sin embargo desde el concepto propiamente tal, se debe destacar que se asocia al honor y el valor. Ante esto, sumaré dichos antecedentes al pensamiento palautiano y así se podrá dar una explicación más acotada de lo que es la mujer en sí, incluso, tomando en cuenta la visión ideal para un hombre del siglo XIX, ya que si bien Palau la usa de trasfondo, él a manos de las mujeres bíblicas en su búsqueda para describir el misterio de la Iglesia, va un paso más allá, da un giro al concepto y logra alcanzar la plenitud de éste.
Trasfondo y punto de partida del concepto de mujer67: Dotada de belleza, poseedora de virtudes, perfecta [y por lo mismo, infinitamente amable (MR 2,12)], joven, fecunda, sin arruga ni tacha, depositaria de un amor puro, de ojos cristalinos y vivos, de mirada dulce, afectuosa, graciosa y atractiva, bien formada, virgen, esposa, fiel, leal, espacio disponible para Dios, dispuesta a darse, habitada por Cristo, acogedora, contemplativa, madre fecunda, siempre buena y sin debilidad, en resumen, ideal.
La novedad en el concepto de la mujer desde la lectura palautiana de la Sagrada Escritura, como imagen de la Iglesia68: el místico carmelita inicia su idea de mujer con las definiciones ya expuestas, sin embargo su visión y experiencia hacia y con el género femenino le permite dar una mirada más ampliada y acotada al concepto. El plus de Francisco Palau es ésta imagen de Iglesia-femenina, a la cual destaca principalmente en su relación de Esposa, quien es siempre bella, virgen, madre, virtuosa, ideal, pero además la describe valiente, inteligente, perspicaz, arriesgada, ágil, profética, fuerte, medianera poderosa, embajadora, abogada, motor de cambio, receptiva, revolucionaria y decidida, amante de la naturaleza humana y de Dios. Dinámica y activa, aquella que comunica, plantea lo que necesita y lo que quiere, no calla, pero ama y espera dulcemente.
Dicho todo esto, y con el antecedente de las mujeres bíblicas, se entiende que el padre Palau ve en ellas todas estas cualidades, pero las mismas en la visión palautiana, son figura de la Iglesia, no la misma Iglesia.
La iglesia se perfila como una persona viva, de aquí el matiz relacional con carácter femenino, el Dios relación (Dios y los prójimos) en figura y con característica femeninas, con capacidad de relacionarse con el otro. Sugerentemente la Iglesia se revela en rostro femenino, por lo que es y puede llegar a ser la mujer, en nosotras está la mezcla justa de dulzura y fuerza que equilibra al ser humano, damos a luz (vida), somos bellas, pacientes y luchadoras, por ello la mirada de mujer en la Iglesia. Madre, belleza y juventud, lo que deriva a la persona de María, modelo y figura acabada, la Esposa del Cordero, en quien la fe de la Iglesia se hizo carne. El carmelita destaca el misterio con estas palabras:
“Hombre mortal, tu Amada es una belleza indescriptible. La más bella, la, más hermosa de entre las hijas de Adán no es más que una sombra en alta noche, que, clarificada para la luz opaca de la luna, representa entre obscuridades alguna de las perfecciones que embellecen a la que tú amas; y todas las más graciosas doncellas que han nacido y nacerán de hombre mortal, todas juntas reúnen en sí un tosco bosquejo de las glorias, grandezas y riquezas de la Virgen por la que tú nos preguntas. ¡Virgen fecunda, Iglesia santa!”69.
6. Tipo de relación de F. Palau con la Iglesia
Francisco presenta a Cristo como el Amado y Amante que satisface plenamente las apetencias del corazón humano, que ha sido creado para amar y para amarle a Él70, destaca principalmente el rol de Esposo de la Iglesia-Esposa71. Cristo quiere a la Iglesia como Amante y Esposa72.
En el libro de Mis relaciones 22, 21-24, Palau describe los tipos de relaciones que existen en la Iglesia: el amante, la amistad, paternidad, maternidad (“Tú, Amada mía, eres mi madre, y hay entre los dos relaciones de hijo a madre. […] oh Iglesia santa, me has amamantado de la leche de tu doctrina, y con tu Espíritu vivificador me has sostenido como buena madre en el seno de tu amor”), y los desposorios (“son la entrega mutua de los amantes uno a otro; y el amor es el que une los amantes, haciendo esclavo uno de otro”)
Estas son las relaciones que se describen en la eclesiología palautiana, aquellas que van directamente a llenar el corazón del hombre, puesto que unen la mortalidad de los amantes con la perfección. Sin embargo existe otra unión aún más potente, y es la sacramental:
“La Iglesia, pues, representada en este Sacramento en la persona de los que comulgan, hecha en esta unión madre fecundísima […]. En la concepción y en sus partos queda siempre pura, siempre bella, siempre joven y siempre virgen. Los goces en la unión sacramental son tanto más castos y puros cuanto son espirituales, y tanto más vivos y fuertes, dulces y deleitables cuanto son espirituales” (MR 3,7, p. 761).
En el augustísimo sacramento del altar, la Iglesia se presenta sacramental y moralmente unida a la Cabeza (Jesús sacramentado)73. Bajo las especies del pan y del vino se consume la carne y se bebe la sangre de Cristo, así se lleva a cabo la unión que consuma el matrimonio espiritual entre los dos esposos (Francisco y la Iglesia/los prójimos y la Iglesia). Que se renueva en cada eucaristía:
“Este es un hecho del que no nos es lícito dudar: Cristo está en la hostia y en el cáliz sacramentalmente, esto es, su carne y su sangre bajo las especies de pan y de vino. Está allí también mística y moralmente como Cabeza de la Iglesia. Cristo da su cuerpo y su sangre, dáse todo a su Esposa, la Iglesia, esto es, a la congregación de los que comulgan, a todos todo, y a cada uno de ellos todo. La Esposa lo recibe, y desde que toca el Sacramento sus car- nes ya no son dos, sino un solo Cuerpo místico y moral, esto es, la Iglesia y la Cabeza; y por este Sacramento, el que comulga se hace a más miembro de un mismo cuerpo con los demás comulgantes, y un mismo y solo cuerpo” (MR 3,9, pp.761-762).
7. Conclusión
El encuentro con la cosa amada es la clave para comprender el gran misterio de la Iglesia, a Francisco Palau se le revela y con ello su vida recupera el sentido, experimenta el regocijo del entendimiento y la comprensión de Dios. La Iglesia, el objeto de su amor es Dios con los prójimos como cuerpo místico en total unión y eclesialidad (comunión), figurada en la plenitud de la mujer, María, arquetipo perfecto de la Iglesia, espejo y vitrina de virtudes. Sin embargo la experiencia mística de la cosa amada no queda ahí, experimenta una relación con la Iglesia a lo largo de su vida, día a día se buscan, se encuentran, se aman, hay un dialogo de amor infinito entre el padre Palau y su Amante, la cual se entiende con él desde su personalidad de mujer como plenitud de la Iglesia (mujeres bíblicas). El momento culmen de ésta relación es el matrimonio espiritual entre la Amada y el Amante, y es por medio de la figura de María que se lleva acabo el desposorio espiritual, el cual se renueva en cada Eucaristía. Por ello, vemos en María a la Iglesia, más no lo es. “Yo soy María, Madre de Jesús, yo soy una figura acabada y perfecta de tu Amada, la Iglesia santa, en mí verás la virginidad y maternidad de la Iglesia” (MR 9,39, p.851)
La novedad del pensamiento palautiano acuna una nueva visión o una visión re-entendida y re-comprendida de la Iglesia de Dios. “Yo no soy una mujer, pero soy en ella figurada” (MR 4,11, p. 772).
CECILIA PÉREZ MORA, CHILE
Licenciada en Ciencias Religiosas y Estudios Eclesiásticos, Universidad Católica de la Santísima Concepción. Concepción-Chile
Gracias por el artículo.
ResponderEliminarSolo una aclaración importante. Cuando cita los Escritos de P.Palau pone como autor erroneamente a E.PACHO que tuvo otras funciones en la edición impresa en Monte Carmelo de las obras del P.Palau tanto en la edición denominada "obras selectas" como en esta de "Escritos".
Hola. Cito a Pacho ya que estas son tomadas de la recopilación hecha por él. Saludos.
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