BELÉN COMO ÚLTIMO REFUGIO O "UNA IGLESIA" SIN RUMBO

PEDRO PABLO ACHONDO MOYA

Se acerca Navidad y la palabra que resuena es esperanza. Mirar el pesebre, ese pequeño y rústico hogar de animales y alimento, es una pregunta permanente. ¿Porqué la insistencia en esa precariedad? ¿Qué razones tuvo Dios -o quienes nos contaron la historia del Dios en la carne- para situarnos en la desnudez del pesebre? ¿Qué esperanza alberga esa fragilidad? Al parecer la esperanza cristiana es inseparable del abismo de la desesperanza. Las puertas cerradas a María, la desesperación y temor de José, el desconcierto de la escena, el refugio desprovisto de todo para acoger a un recién nacido; un lugar ajeno a cualquier seguridad. Esa potencial desesperanza se transforma en arrojo, abandono y confianza. Es decir, antes de acoger a Jesús ya había que haber realizado una forzosa catequesis de abandono. Y de esto todas las escrituras son testimonio. No había ninguna novedad espiritual en ello, sino la remembranza de algo que se nos venía repitiendo desde aquel “sal de tu tierra” a Abram y desde el corazón de María con aquel “¿Cómo puede ser esto?”. La salida de la tierra viene después, el fiat mariano es un acto segundo. Lo primero es el asombro. Lo primero es el desconcierto.

Belén es eso. La Navidad es precisamente el acto segundo de un profundo arrojo sin certezas. El salto al vacío, la apuesta llena de riesgo. Romantizar el camino cristiano es no haber comprendido que en el pesebre Jesús podría haber muerto, que María podría haber contraído una infección y José, cobardemente, huido ante tanta precariedad. 

Hablar de “la Iglesia” se ha vuelto un sinsentido para mí. La pluralidad se impone y las distinciones hacen justicia. Hay “una Iglesia” que anda deambulando por fuera del pesebre, “una Iglesia” que no logra arrojarse ni abandonarse. Demasiado atemorizada y abrazada al poder al modo de los reinos de este mundo, esa iglesia empaña el sentido profundo de Belén. Los principales testigos de “esa Iglesia” son los jerarcas, clérigos, obispos, diáconos. Confundidos entre cargos, responsabilidades, servicios y autoridades; allí están censurando, golpeando mesas para imponer un no, cerrando puertas. Usando la metodología de Judas, cuchicheando en las espaldas, maquinando, moviendo piezas -no personas ni rostros ni mucho menos historias-. Como Judas usando el beso de la traición.

“Esa Iglesia” es la que ha perdido su sentido y el sentido. “Esa Iglesia” es la que perpetúa el cristianismo cultural que tanto criticaba Jesús de los fariseos. Se han quedado mirando la estrella, sin comprender que era solo una guía y que lo importante acontecía abajo. Abajo. En el silencio del pesebre. Llama la atención, al menos a mí, que el ministerio de Francisco no logre mover a “esa Iglesia”, que no consiga llegar a quienes poseen demasiado poder y hacen uso de la autoridad -¡que no es de ellos!- para empantanar las posibilidades del Espíritu. Qué pena que el proyecto de conversión eclesial de Evangelii Gaudium, que la revolución socioecológica de Laudato Si’, que la apertura política de Fratelli Tutti, queden en los libros sin hacerse carne. Si hace varias décadas el padre Hurtado se preguntaba si Chile era un país católico, hoy cabe preguntarse si los obispos son católicos, si el clero es católico, si la jerarquía es católica. Y aunque es fuerte plantearlo, pienso que frente al pesebre y a partir de la profunda radicalidad del Dios-en-lahistoria, es una pregunta urgente e impostergable. Al menos si queremos que “esa Iglesia” siga siendo Iglesia y que Belén continúe siendo el fundamento de la misma. Mi esperanza la pongo allí, en lo oculto de Belén y no en los destellos de una institución enceguecida. 

PEDRO PABLO ACHONDO MOYA, CHILE

TEÓLOGO Y POETA


Comentarios

  1. Eso siento, exactamente. Me qyedo abaji, abajo. Ya no quiero mirar la estrella.

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  2. Querido Pedro Pablo, gracias por poner estas palabras a disposición de quienes estamos en búsqueda de entretejer una reflexión como la que propones. Me alegra encontrar estas intuiciones y me sigue sorprendiendo lo paradójico de esa Iglesia que “celebra” Navidad pero olvida el escándalo que supone vivir un cristianismo desde Belén. Hace un par de años escribí algo similar: https://www.instagram.com/p/CXxOy8ur6BC/?igshid=NDk5N2NlZjQ=

    Te mando un abrazo,
    Marco Salas
    Bogotá.

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