SALUD MENTAL: LA GRAN MARGINADA

PAOLA RIFFO

Como exalumna de esta Universidad y nacida en las pintorescas tierras de Talcahuano, Región del Bío-Bío, Chile, me alegro mucho y agradezco la invitación a participar en esta mesa de la VIII Jornada Internacional de teología, Organizada por la Universidad Católica de la Santísima Concepción, Chile.

Al principio no estaba muy segura de aceptar la invitación de mi querida amiga Cecilia Pérez quizás porque no estoy en el ámbito académico, pero luego me di cuenta que es una hermosa oportunidad para visibilizar el tema de la salud mental en estos ámbitos universitarios.

Me invitaron a compartir sobre la fundación Abrázame, ONG de salud mental. Lo cual agradezco sinceramente. Fue en 1997 cuando leí la experiencia de Jean Vanier, quien fundó comunidades del Arca y de Fe y Luz, comunidades de personas con discapacidad mental,  y esto tocó un lado desconocido para mí, abrí los ojos a una realidad que me estaba ajena y empecé a profundizar experiencias de otros y otras quienes se atrevieron a acompañar a personas con enfermedades mentales. Paralelamente cada día me tocaba escuchar historias dramáticas donde siempre estaban presentes tristezas profundas, heridas no sanadas, enfermedades del alma, muchos de ellos también con algún tipo de enfermedades psiquiátricas.

Un día me enteré que un joven novicio a quien conocía se había suicidado y años más tarde un sacerdote amigo hizo lo mismo. Esto removió todo por dentro, y escuché muchas opiniones como ¿por qué lo hizo si era un hombre de fe?. A la  Iglesia llegaban muchas personas con crisis depresivas y se les invitaban a buscar solución en  Dios, en la oración o los sacramentos, como si esas prácticas religiosas bastaran . Y claramente no bastaban, porque no lo veían como enfermedad, como algo químico que andaba mal, no veían la necesidad de especialistas profesionales de salud mental, de diagnóstico y medicación. No era solo cuestión de fe sino algo biológico que urgía ayuda adecuada.

Pero miraba a estas personas de manera distante, sin un compromiso concreto por aportar y buscar mejorar sus vidas, miraba a  esas personas y sus realidades, pero solo miraba. Así como nos cuenta Jesús en la parábola del samaritano (Lucas, 10, 25-37) los dos primeros hombres, que eran hombres religiosos, vieron al herido y pasaron de largo. El sacerdote le dio prioridad al culto. El levita, eclesiástico de grado inferior al sacerdote, quizá pensó que estaba muerto, lo que lo contaminaría ritualmente y le impediría desempeñar sus servicios en el templo.  El texto dice claramente que los dos lo vieron. ¿Cómo fue esta visión? Fue una visión distante, que hizo que no se comprometieran con él. Puede ser que yo también haya hecho exactamente lo mismo, mirar a tantas personas que sufrían con el tema de lo “mental” pero me quedaba sin hacer nada. Un deseo de no complicarse la vida. Pasaba frente al herido como si no hubiera nadie allí, como si no pasara nada: es nada más que un cuerpo tendido en el camino.

Hasta que conocí la enfermedad mental en primera persona, me diagnosticaron bipolaridad. Sentí, viví y padecí la locura encarnada, los juicios y estigmatización. Estaba en un mundo donde “mi lógica” era el trastorno para los demás, donde “mi manera de sentir” era la inmadurez para el resto, “mi manera de amar” era algo exagerado y excéntrico. Esta experiencia marcó un antes y un después. Sin exagerar volví a nacer, empecé a mirarme a mí y a los demás de manera distinta. Pasé de mirar al herido, como lo hacían el sacerdote y el levita, a ser el mismo herido. Me miraban en el suelo. Gracias a la congregación de Carmelitas Misioneras Teresianas a la cual pertenecía pude tener acceso a un buen tratamiento con psiquiatra y una buena recuperación.

Ya viviendo en san José hace 7 años y compartiendo con comunidades de las distintas capillas empecé a escuchar la preocupación y dolor por la cantidad elevada de suicidios de cada año en estas tranquilas tierras de los valles calchaquíes. Pero cuando se quitó la vida Pedro (27 años) un 1 de enero y Azul (16 añitos) el día siguiente de este año, quedé mirando un Cristo en un rinconcito de oración de mi casa, lloré, por dentro y por fuera, sentí un fuego en mi interior y reflexionaba … ¿me quedaré como siempre sin hacer nada?, no soy psiquiatra ni psicóloga, pero conozco muchos y muchas con los que podemos hacer un grupo solidario para ayudar a personas que necesiten apoyo emocional, compartir su vida con pares, que sientan que alguien los escucha con el corazón y que necesiten también profesionales de la salud mental, en definitiva que necesiten un abrazo cálido y sincero. Así fue que nos reunimos virtualmente varios amigos de distintas partes del mundo que les compartí esta necesidad personal de dar una respuesta concreta y se creó la Fundación Abrázame.

Con distintas áreas de voluntariados; psicólogos, psicólogos sociales, licenciadas en ciencias de la educación, abogadas, profesores, emprendedoras, dueñas de casa, costurera…

El área de la salud mental, donde están disponibles nuestros psicólogos, cuando llegan a la Fundación personas que lo necesitan. Área de talleres: son encuentros con algún tallerista que ofrece costura, yoga, danza, cerámica, pintura, etc. El área de capacitaciones, quienes tienen la misión de acompañar los alumnos, apoderados y profesores de las instituciones escolares. El área de escucha, quienes acogen y otorgan un espacio de recibir esa necesidad que tienen las personas de saberse escuchadas. Área de comunicaciones, quienes generan contenidos en redes sociales y el soporte técnico con programas en vivo.

Sin duda somos una Fundación muy nueva, solo 7 meses, en los cuales hemos tenido la experiencia de sanar y consolar: “Convertiré su duelo en gozo, y los consolaré; transformaré su dolor en alegría” (Jer. 31,13).

En todo este largo recorrido veo la importancia de hacer un acompañamiento holístico a la persona, en la que se relaciona salud mental y espiritualidad. Entendiendo la espiritualidad como la dimensión más esencial del ser humano, como nuestra capacidad de amar o de tener compasión. Espiritualidad como la capacidad de conectarse armónicamente con lo más profundo de uno mismo, con los demás, con la naturaleza, con Dios o con una realidad superior. O bien, como lo que inspira y alimenta el amor, la ética, la creatividad, la consciencia o la percepción de lo sagrado.

En la mayoría de los estudios que tratan de buscar esa relación, se encuentra una asociación positiva entre cultivar la dimensión espiritual y la mejora de la salud mental (menos ansiedad, menos depresión, menos adicciones, menos riesgo de suicidio, mejor pronóstico de enfermedades mentales, etc.). La espiritualidad también se ha relacionado con un mayor bienestar psicológico. Pero esta relación puede ser inversa cuando se viven formas de espiritualidad más infantiles o narcisistas. Por lo que habría que discernir, en cada caso, si la espiritualidad lleva a mirar más allá de uno mismo y a amar más a otros y en este caso hablaríamos de espiritualidad más saludable, o bien, si la espiritualidad es una forma de regresión narcisista al servicio de los propios egoísmos y, en ese caso, esa manera de vivirla nos perjudicaría y no sería saludable.

Aquí cito a Maribel Rodríguez, médico psiquiatra, y cómo muestra la importancia de la espiritualidad para la salud mental: Considero que si la espiritualidad es una dimensión constitutiva del ser humano y resulta importante en la vida de muchas personas, es esencial tenerla en cuenta, pero no imponerla. Vivimos en una sociedad muy materialista, en la que muchas personas parecen estar desconectadas de su alma o haberla perdido, y esto, genera sufrimiento y vacío. Mi propuesta es estar abiertos a la posibilidad de considerar lo espiritual como un elemento más, en la psicoterapia, de valoración, reflexión, curación, etc.” 

Otro punto que considero importante es pensar en tantas personas que no tienen acceso a esta ayuda en salud mental por cuestiones económicas. El problema de la salud mental mundial tiene que ver no solo con cuán frecuentes e incapacitantes pueden ser los trastornos de salud mental, sino también con la “brecha terapéutica”.

Según estimaciones de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) al menos una de cada cuatro personas sufre algún trastorno mental a lo largo de su vida; contradictoriamente, solo el 1% del personal de salud presta servicios específicos en esta área. Evidentemente, hay poca cobertura del ámbito público que se le da  a la salud mental. 

Por último quiero destacar la importancia del nombre de nuestra fundación desde la ciencia y desde Jesús. Los abrazos (darlos y recibirlos) ayudan a sentirnos bien, favorecen el desarrollo de la inteligencia en los niños, son un factor antienvejecimiento; regulan el apetito, el sueño, la tensión; fortalecen la función cardiaca, mejoran la autoestima y promueven el altruismo. El contacto físico del abrazo promueve la energía, tanto del que abraza, como del que recibe el abrazo. Los abrazos son clave para liberar el estrés, la ansiedad e incluso la depresión.

Los abrazos también son importantes para Jesús. “Entonces Jesús se sentó, llamó a los doce y les dijo: Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos. Luego tomó a un niño y lo puso en medio de ellos. Abrazándolo, les dijo: El que recibe en mi nombre a uno de estos niños me recibe a mí; y el que me recibe a mí no me recibe a mí, sino al que me envió” (Mc 9,35-37). El que recibe a un niño con un abrazo recibe a Jesús y al Padre. Jesús, al tomar un niño y ponerlo en medio de los discípulos para luego abrazarlo, y después decirles que de esa manera se le acoge a Él, lo convierte en un modelo de comportamiento cristiano. Los abrazos, como modelo de acogida propuesto por Jesús, son una herramienta fundamental para establecer vínculos armoniosos y el preámbulo sensibilizador para abrirse al mensaje del amor ágape del Evangelio. 

El segundo texto de Marcos es 10,13-16: “Empezaron a llevarle niños a Jesús para que los tocara, pero los discípulos reprendían a quienes los llevaban. Cuando Jesús se dio cuenta, se indignó y les dijo: «Dejen que los niños vengan a mí, y no se lo impidan, porque el reino de Dios es de quienes son como ellos. Les aseguro que el que no reciba el reino de Dios como un niño de ninguna manera entrará en él». Y después de abrazarlos, los bendecía poniendo las manos sobre ellos”. Jesús expresa gran enfado al percatarse que les impiden a los niños que lleguen a él. Acoge a los niños con un abrazo, haciéndoles sentir a través del mismo la acogida y protección paterna para luego expresar verbalmente y con ademanes una bendición. De los que son como niños, afirma, es el Reino de Dios; la recepción del Reino de Dios se da en actitud inocente, cándida e inofensiva característica de la niñez; actitud que es reforzada con los abrazos y reafirmada con la bendición de Jesús. 

Desde mi experiencia, de lo que me ha tocado vivir, el compartir con tantos hermanas y hermanos en el camino y especialmente hoy en la Fundación Abrázame estoy convencida de que estamos llamados a sanarnos entre todos buscando ese abrigo y calor, otorgando nuestros dones, profesiones y oficios para abrazarnos como sociedad, abrazando y dejarnos abrazar.

“....Como una manta abrigada en invierno

Y té caliente de miel con limón

Brisa tibia que endulza por dentro

Como la caricia de un rayo de sol

Luego de buscar por el cielo y la tierra

Una medicina me vine a encontrar

Es tan antigua como poderosa

Cuando la das, la podés encontrar

Un abrazo te doy, un abrazo me das, 

Cura del corazón, calma el alma y da paz”.

Encanto al Alma

PAOLA RIFFO, CHILENA EN ARGENTINA
LAICA CONSAGRADA



Comentarios

  1. Wow...Mientras avanzaba en la lectura de tu artículo, Pao querida...Inevitablemente se me esparcían las lágrimas como caudal torrentoso, evidencia de quien ha abrazado incontables veces a sus pacientes psiquiátricos en el nosocomio donde trabajé algún tiempo en mi juventud, en mi muy amada Buenos Aires...
    "De alta peligrosidad ", eran las palabras que los definía a una gran mayoría, en los informes médicos. Y sin embargo, gracias a Dios y la Virgen María, en la profundidad de su mirada, habitaba una persona frágil y carente de afecto genuino, además de un tratamiento farmacológico e interdisciplinario.
    Años más tarde, por la muerte de uno de mis hijos, convivir con la depresión, enfermedad silenciosa pero tremendamente peligrosa para quien la padece, afirmo y confirmo, que ante la ausencia de profesionales de salud mental en el sector público, en mi pueblo, Santa María de Catamarca; los abrazos de las personas me han mantenido en pie hasta este momento.
    De veras, le deseo todo el éxito del mundo a la fundación Abrázame. Y a ésta, tu nueva misión que nuestro Padre te ha encomendado.

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