LUIS OLMOS
Cuando el rostro nos interpela…
Cuán dura es la realidad para que un niño que
recién se asoma no quiera verla.
¿Cuánta desigualdad de cuna para que exista tanta
pobreza?
¿Cuántos sueños caben en una pancita vacía?
¿Cuánto podemos soportar ese rostro que no se
devela?
Cuántos "cuántos" podríamos preguntarnos todo el
tiempo y no alcanzaremos a dimensionar el dolor, el sufrimiento, la
insensibilidad, la injusticia de coexistir con tantos niñxs en situación de
vulnerabilidades.
La sola evocación de esta imagen me trae
recuerdos de la resistencia que en esta parte del país presentamos al sistema,
creímos que podíamos dar vuelta la estructura y pudimos por momentos y por
otros volvíamos a cero. No obstante, la experiencia de estar con ellos nos
transformaría para siempre.
Nos preguntábamos que, a pesar de tanto
desamparo, comer en ranchadas cuando había algo, dormir entre cartones en la
via pública, a pesar de todo se mostraban con vigor y ganas de emprender sus
trabajitos para ganar una moneda. Fortalecidos por esas carencias están ahí,
día a día, implorando una changuita, pidiendo simplemente una mirada solidaria,
un vínculo con ese otro mundo que cobija, que contiene, que nutre, que aloja y
que abraza con amor.
Esos bienes culturales son los que nos
distancian de aquellos que les tocó nacer y criarse en el abandono prematuro,
en un orfanato, en un hogar de menores, en la calle.
Y es esto lo que nos interpela. Muchas veces nos
escondemos en esa injusta justicia, y valga la paradoja, que está ahí cuando se
espera el mínimo desliz para atrapar esa infancia ocultada, ignorada. Queda
como única respuesta del sistema lo punitivo, pero antes ninguna institución
fue por ellxs. Como si judicializar esa inequidad deja en paz las conciencias
conformistas de qu8ienes viven cómodamente del estado poderoso.
En esa lucha me encontré con los libros y
prácticas docentes que iluminabas estas pequeñas vidas. La escuela emergía para
cobijar a los poseedores y a los desposeídos. Decía Paulo Freyre que la tarea
de un docente no es armar la revolución, solo pedía que ese espacio que le
tocaba lidiar, el aula, lo convirtiera en un lugar donde valga la pena vivir y
con su palabra y ejemplo abra conciencias para mirar otras alteridades y no
repetir la crueldad de la mismidad de un mundo desigual. No manipulemos más,
debemos otorgar un lugar a esos rostros con vergüenza, con dolor para que
solamente SEAN, para que solamente
Existan en el otro y asó encontraremos cientos de formas para ayudarlos y
ayudarnos a ser mejores personas y conectarnos desde el corazón.
De esta forma entendimos esa lucha por una
misión distinta a la que nos proponía la institucionalidad y reconocida por
muchos de estos chicos, hoy adultos que emprendieron caminos diferentes a los
que estaban expuestos. Otros no pudieron o no supimos llegar a ellxs, otrxs se
los devoró la más cruda violencia que propone la calle.
Siempre es preciso preguntarnos, ¿qué estamos
haciendo para disminuir este flagelo social? Yo siempre estaré a disposición
para la tarea…
PROFESOR DE CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN Y PSICÓLOGO SOCIAL
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