* ANÓNIMO
Es difícil empezar a escribir sobre mi experiencia de ser abusada, por muchas razones, porque es la primera vez que lo hago público, porque aún sangra la herida, por la vergüenza que produce compartirlo y que me crean, y por el miedo que todavía siento cuando cierro los ojos.
Pero una amiga muy amada me invitó a compartir sobre este secreto y fue su mirada llena de ternura y amor que abrazó mi dolor y me dio fuerzas y coraje para contar esto que vivo en silencio y soledad.
Todo inició con una prima mayor que me llevaba al baño y quien se adueñaba de mi pequeño y débil cuerpo de 5 añitos. Pasó el tiempo y siguieron abusando mi tío y luego mi abuelo… tres personas de mi familia quienes supuestamente tendrían que protegerme, cuidarme de los peligros, pero no: se transformaron en el mismo peligro, y así conocí el infierno, Mis gritos se fueron hacia mi cueva interior. Comencé a ser retraída, tímida, introvertida, solitaria, insegura y miedosa. Quería morir para terminar con esa pesadilla. Gracias a Dios pasó el tiempo y quedaron atrás estos abusos. Fui creciendo y se iba desarrollando en mí una sensibilidad muy fuerte por los que más sufrían, por la gente que vivía en la calle. Lloraba cuando veía niños con hambre, guerras y muertes en las noticias.
Quise buscar mi lugar en el mundo donde pudiera entregarme completamente siguiendo a Jesús en los más pobres. Buscaba saber lo que Dios me pedía y sentí con todo mi corazón que me invitaba a ser religiosa. Entré a una congregación misionera en la cual pude sentir el amor de Dios. La vida de oración, comunidad y misión fueron claves para mi desarrollo personal y para volver a florecer de a poquito con mi propia belleza. Conocí religiosas muy cercanas, compañeras y solidarias que me regalaron hermosas experiencias fraternas. Todo iba bien hasta que me quedé sola con una hermana quien era muy “cercana” a mí, quien conocía mi pasado doloroso de abusos. Ella me dio alcohol para que bebiera hasta el punto en que perdí el conocimiento. Desperté en la mañana del día siguiente, desnuda en mi cama y con ropa interior de esa hermana. Fue una sensación horrible, volví a revivir todo lo de mi infancia, me sentí muerta, sin alma y lo peor de todo fue que esa hermana me hizo sentir culpable de todo, me decía siempre que yo fui la que abusé de ella. Me manipuló, chantajeó, amenazó y abusó por más de 1 año. Cada vez que orábamos en la capilla, yo lloraba en los momentos de meditación, le preguntaba a Jesús ¿por qué yo era un monstruo, por qué dañé a esa hermana, por qué no podía amar?
Jesús nunca me respondió. Por cambios de comunidad logré alejarme físicamente de esa persona, pero siguió controlando mi vida, mis decisiones, mis sentimientos, mis pensamientos.
Pasaron los años y creció en mí la empatía y compromiso con los más vulnerados, con los que sufrían, los más pequeños, los que se sentían excluidos, fue como si sintiera el latir y dolor dentro de mí de tantas personas que empezaron a acercarse cada día a compartir sus dolores, llantos y quebrantos…
Volví a confiar en “otra hermana” la cual conoció mi historia de infancia. Ella supo conectarse desde el aspecto artístico con mi interior. Me sentí atraída por su personalidad poeta, mística y crítica, lo que me hizo sentir libre. Creía que éramos hermanas gemelas, como se dice, pero llegó el día en que ella usando mi historia me invitó a acostarme con ella para “consolarme”, y no sé por qué le hice caso. Cuando me vi envuelta en sus brazos, sus manos, su cuerpo, sus besos, etc… me volví a sentir monstruo, volví a caer, volví a dañar.
Todo esto me hizo creer y sentir que yo no nací para amar, que lastimaba a las personas, que la única forma de no volver a dañar era escondiéndome en mi cueva interior. Las lágrimas han estado en cada palabra que he escrito en este testimonio, me falta el aire, me falta el bálsamo del perdón para volver a creer en mí y en los demás. Queda mucho por andar, perdonar, sanar y renacer, pero aquí estamos y seguimos. Solo le pido a mi buen Dios sentirme perdonada y amada porque cuando me sienta perdonada me sentiré amada y cuando me sienta amada me sentiré perdonada… “sus muchos pecados son perdonados, porque amó mucho” Lc. 7,47.
Holaa!!quiero aplaudirle por su testimonio,tener la valentia de escribir de si misma experiencias que sin duda deben ser dolorosa..Dios le ayude a superar el dolor que le han provocado,las marcas que le han dejado pero aun así a recomenzar siempre trabajando en si misma humana y espiritualmente para evitar que se repitan estos episodios.Aprendiendo a decir no,defenderse,tomar acciones de denunciar a los agresores,a crecer en la confianza con los demás,existen las buenas personas que aman incondicionalmente,pero tambien es necesario establecer limites,reponerse y reconocer la carencia afectiva que se pueda tener,sea lo que sea lo que uno haga Dios nos mira con amor...ánimo y tome toda esta experiencia como oportunidad para conocerse y descubrir que hay en todo esto desde Dios y si siente que necesita ayuda,busquela!!
ResponderEliminar"Dios no se equivoca"si Él le mostro y le invito a la vida religiosa..Solo sea su mejor version,Dios si ve la conversion y nos quiere libres y felices..ligeros de equipaje,pero el largo camino es tomar nuestra historia en nuestras manos pero con Dios acompañandonos..😀😘
Te abrazo.
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