ACOMPAÑAR AL PUEBLO

*Armando Márquez Ochoa

ACOMPAÑAR AL PUEBLO

Acompañar al pueblo, como Jesús de Nazaret quien, “a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz” (Filp 2,6-8). Creo que en estos breves versículos podemos encontrar algunas claves fundamentales en la dinámica pastoral de acompañar al pueblo:

- EL DESPOJO. Despojarnos, entre otras cosas, de nuestra condición o clase social a la que pertenezcamos, media o alta; despojarnos de nuestra condición o ubicación geográfica en la que estemos, urbana o extranjera; de nuestra condición de intelectuales o académicos; de nuestra condición de varones, especialmente de la cultura machista o patriarcal; de nuestra condición jerárquica, de sacerdotes, de religiosas o religiosos; de nuestra condición de poder familiar, grupal o comunitario; etc., etc., cada uno estamos llamados a hacer ese ejercicio de interiorización y de “despojo” que nos permita asumir “la condición de esclavo”, de campesino o campesina, de obrero/obrera; de “hacernos como niños o niñas” (cf Mt 18,3). “Pasando por uno de tantos”, actitud importante aunque tengamos cargos de poder o liderazgos de algún tipo.

- SABER ESCUCHAR Y OBSERVAR. Con frecuencia pensamos que acompañar a los demás, a los grupos o comunidades, es llegar a decirles lo que tienen que hacer, porque tenemos las mejores ideas, porque nosotros somos los que hemos estudiado o tenemos experiencia. Creo, sin embargo, que lo primero que tenemos que hacer es aprender a escuchar, a descubrir la sabiduría, la bondad; debemos de tener una mirada contemplativa para “discernir los signos de los tiempos” (Mt 16,3)

- ESTILO MARIANO. Termino con las palabras del Papa Francisco: “Hay un estilo mariano en la actividad evangelizadora de la Iglesia. Porque cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño. En ella vemos que la humildad y la ternura no son virtudes de los débiles sino de los fuertes, que no necesitan maltratar a otros para sentirse importantes. Mirándola descubrimos que la misma que alababa a Dios porque «derribó de su trono a los poderosos» y «despidió vacíos a los ricos» (Lc 1,52.53) es la que pone calidez de hogar en nuestra búsqueda de justicia. Es también la que conserva cuidadosamente «todas las cosas meditándolas en su corazón» (Lc 2,19). María sabe reconocer las huellas del Espíritu de Dios en los grandes acontecimientos y también en aquellos que parecen imperceptibles. Es contemplativa del misterio de Dios en el mundo, en la historia y en la vida cotidiana de cada uno y de todos. Es la mujer orante y trabajadora en Nazaret, y también es nuestra Señora de la prontitud, la que sale de su pueblo para auxiliar a los demás «sin demora» (Lc 1,39). Esta dinámica de justicia y ternura, de contemplar y caminar hacia los demás, es lo que hace de ella un modelo eclesial para la evangelización…” (EG 288)


*Armando Márquez Ochoa, teólogo, miembro de fundahmer y de sicsal (servicio internacional cristiano de solidaridad con los pueblos de américa latina Oscar Romero)


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