ALEKSANDRA NAWROCKA
Otra conversación con mi amigo muy querido, y otra vez al acabar me quedo incómoda (pero en un buen sentido, de sentirme forzada a repensar las certezas, cosas que hasta poco me parecían claras). Estabámos hablando de permanecer en la vida fieles a los compromisos asumidos porque eso sería claramente ser fieles a Dios y eso es lo que queremos en la vida. La pregunta interior que me surgió fue la de: ¿cómo eso se compagina con ser fiel a uno, una misma? ¿Qué pasa cuando los compromisos asumidos se nos quedan pequeños? ¿Qué pasa cuando el proceso de crecimiento que llevamos haciendo en la vida nos lleva a tomar otras opciones? ¿Somos entonces infieles?
Si buscamos el término fiel en el diccionario, encontramos tres posibles interpretaciones:
1) Alguien noble, honesto, leal, sincero, honrado. Lo opuesto sería alguien desleal e infiel.
2) Algo seguro, cierto, verídico, exacto. En este caso, lo opuesto sería algo falso e inexacto.
3) En sentido más religioso, se llama fiel al creyente, feligrés, adepto, seguidor, devoto de una religión o ideología.
Como se puede apreciar, la palabra es bastante amplia, se puede entender e interpretar de varias maneras, pero hay una cosa común, un matiz de fondo: habla de algo o alguien que se mantiene cerca de otra cosa, persona o valor. Y creo yo que la cosa se pone aún más complicada cuando en la ecuación entra Dios, cuando él es esta “cosa, persona, valor” al que queremos mantenernos fieles. Porque resulta que Dios muchas veces desborda nuestras estructuras, desafía nuestros compromisos. Él es el principio de nuestro crecimiento, él le da la dirección si nos dejamos guiar por él. Entonces estamos delante una cierta necesidadas de desobediencia a lo ya conseguido, establecido, cierto para nosotros, cuando eso nos impide estar más cerca de lo que descubrimos ser el valor supremo en nuestra vida. Que a veces todo se queda corto e inadecuado para expresar el dinamismo del Espíritu. “El viento sopla por donde quiere, y oyes su sonido, pero no sabes de dónde viene ni adónde va; así es todo aquél que es nacido del Espíritu” (J 3:8).
Porque Dios es vida, camino, verdad. No es algo estático que se pueda meter en nuestros conceptos, esquemas o estructuras. Vivir en él, ser de él, es vivir en un constante dinamismo de crecimiento que desborda las estrechas fronteras de la fidelidad institucional. Pero eso no significa no ser fiel a Dios. Creo que, si uno vive en verdad, sigue el camino, se deja guiar por la vida, en una palabra: si uno es fiel a sí mismo, es entonces cuando uno es fiel a Dios que vive en nosotros, del que nunca nos separamos. Al final, como dice el Salmista, “Tú eres mi Señor, ningún bien tengo fuera de ti” (Salmo 16:2). Que de lo que se trata, no es de "perseverar", cueste lo que cueste, sino de mantenerse fiel a la verdad más honda que habita en nuestro interior.
Aleksandra Nawrocka
religiosa polaca en Vietnam, Pedagoga y Teóloga
Estoy muy de acuerdo contigo Aleksandra, la fidelidad q Dios nos tiene es la q tenemos que aprender a tenerla nosotras/os
ResponderEliminarBendiciones, en donde estas...